martes, 22 de diciembre de 2015

UN SEPULTURERO MUY PRACTICO

Para esta historia debemos remontarnos muchos años atrás, hasta aquellos cuando casi la totalidad de los ferreñafanos, como otros vecinos, acostumbraban a enterrar sus muertos en un hoyo dentro del improvisado cementerio. Pues resulta que habiendo fallecido un ciudadano de la tierra de la doble fe, sus familiares contactaron inmediatamente a nuestro amigo sepulturero para que mientras se hacía el velorio empezara a cavar el hoyo correspondiente; siendo asi, provisto fundamentalmente de su palana empezó la tarea de cavar y cavar el lugar de reposo eterno del finado con el simple cálculo de sus ojos para la profundidad y el largo y ancho de la tumba. Dicen los viejos que "Al mejor cazador se le escapa la paloma" y precisamente sucedió que llegada la hora del entierro y luego de las ceremonias religiosas y la marcha fúnebre cargando en hombros al muerto, llegó el cortejo hasta el lugar citado donde los esperaba el trabajador fúnebre, pero ¡Oh sorpresa! el ataúd no cabía acostado dentro del hueco, nuestro personaje procedió a ensayar diversos ángulos una y otra vez pero ninguna encajaba por lo que ante la conclusión que el hoyo si bien era muy profundo también era demasiado pequeño, fue asi que se le prendió el foco y con una sonrisa de satisfacción por encontrar la solución, procedió a colocar en forma vertical y rellenar con su palana la última morada del fallecido quedando su huesped de pie. El comentario recorrió el pueblo con un poco de gracia, ya que era la primera vez que se sepultaba alguien de pie.

martes, 21 de abril de 2015

LA PLANCHA DE CARBON: UNA ESTAMPA DE ANTAÑO

Las tardes de Ferreñafe se veian engalanadas por la costumbre de nuestros paisanos (amas de casa, costureras y sastres por ejemplo) de planchar por las tardes, porque utilizaban el viento que a esa hora soplaba mas fuerte para "hacer pegar el carbón" que introducían en sus planchas de fierro que tenia como llave en su tapa el clásico gallito que nos llamaba mucho la atención a los niños; este gallito en realidad actuaba como cerrojo de la tapa de hierro para cerrarla cuando la plancha calentaba y quedaba lista para borrar cualquier arruga por mas rebelde que se presentara en las ropas, alforjas, fajas de algodón, cortinas y demas prendas del hogar. Previamente debia escogerse el carbón apropiado y se prendía fuego dentro de la plancha apoyando el soplo del viento con una ola de aire producido con un abanico de paja o tejido de junco hasta observar las primeras brasas rojizas que hacían salpicar chispas calientes con graciosos sonidos cual preparación de "canchita" que después algunos han refinado llamando "palomitas de maiz" y hasta importando los vocablos gringos "pop corn" para darle el toque foráneo a nuestro producto nativo. Lo cierto es que era normal caminar por las calles e ir salvando sucesivamente esta importantísima herramienta capaz de dejar totalmente derecho, bien delineado y derrochando elegancia desde el terno dominguero de un campesino hasta el de la autoridad mas importante; el chisporroteo del carbón por el viento en contacto con la brasa generaba una ceniza que se quedaba asentada en la placa base de la plancha debiendo revolver el carbón y para hacer volar este residuo que podía malograr o manchar las blancas prendas que con tanto esmero se habian "almidonado" para que queden muy firmes los cuellos y puños. Esta estampa ferreñafana sobrevivió a la llegada del sistema de energía eléctrica y por ende de las planchas eléctricas valga la redundancia,ya que muchos consideraban que mejor se planchaba con la "plancha de gallito". Probablemente hasta 1975 se habría podido gozar de esta costumbre de nuestro pueblo.