jueves, 23 de enero de 2014

LA LEYENDA DEL SEÑOR DE KUTILLA DE KAÑARIS - FERREÑAFE

Pedro Bernilla Reyes, natural del caserío de Illambe de Kañaris, mi gran amigo que hoy reposa en los brazos del Señor y a quien quiero rendir homenaje transmitiendo la leyenda que me contara del “Señor de Kutilla”, una tradición oral que se ha transmitido de generación en generación, puesto que a él también se la contaron sus padres, la misma que trata de un cerro conocido como "Kutilla" a 3,000 m.s.n.m. aproximadamente, el cual posee una caverna ubicada cerca de Kañaris, en la que habitaba un señor al que se le podía pedir dinero y en respuesta ofrecía monedas de oro y plata. El problema radicaba en que en la puerta de la cueva habían siempre un par de perros gigantes y muy bravos a los que solo se les podía calmar y evitar así sus ataques, partiendo en mitad a un niño muerto y ofrendándolo para que lo devoren, en tanto que esto sucedía se podía aprovechar su entretenimiento para ingresar a la oscura caverna y pedirle el dinero tan deseado a tal señor procurando ser muy agil en guardar lo obtenido y debiendo salir tan rápido como fuera posible, antes que los perros terminaran de devorar los restos del niño porque caso contrario terminarías siendo también presa de ellos, de su ferocidad y sus filudos dientes. Hay quienes ahora interpretan esta leyenda como el conocimiento de la existencia de oro y plata en la zona del Río Cañariaco que los antiguos pobladores ya conocían pero prefirieron transmitirla a sus hijos a través de esta leyenda como un mensaje en clave para evitar la codicia de los invasores.

miércoles, 15 de enero de 2014

UN DUENDE EN LOS CAMINOS

Hace muchísimos años cuando los ferreñafanos se desplazaban a caballo y la propia ciudad de Ferreñafe se alumbraba con candiles sucedió que por las noches comenzó a aparecerse en los caminos de acceso al pueblo un "duende". No eran pocos los que tuvieron la "mala suerte" de toparse con este espectro que producía tremendo pánico, con los consiguientes mareos, vómitos, escalofríos y hasta desmayos. La gente evitaba caminar a altas horas y las familias cerraban sus puertas casi con la caída del sol para evitar encontrarse con el "duende". Cierto día un caballero incrédulo se quedó bebiendo licor hasta avanzada la noche y envalentonado por el alcohol se lanzó, montado en su yegua, por el oscuro camino a Pítipo rumbo a su fundo. En un tramo oscuro la acémila se le empala, empieza a sudar frío y hace su aparición el "duende"; nuestro jinete muy asustado al no tener otra salida saca su látigo propinando feroz revolcada al "aparecido fantasmal" aprovechando luego para huir velozmente. Al día siguiente visita a uno de sus vecinos para contarle lo sucedido, quien se le anticipa diciéndole:Hoy día mis vacas no comieron ni tuvieron agua, es que el Mudo quien tiene por costumbre levantarse de madrugada para traer pasto ha dejado el forraje tirado en ese camino, se puso mal y se fue a su cama ¿Que le pasaría?. Recién allí se da cuenta nuestro jinete nocturno que el "duende" de la noche había sido el Mudo. (Historia recogida de un diálogo con Lalo Cevallos)

jueves, 2 de enero de 2014

PADRINO EL CAPILLO

Era una costumbre muy practicada que perduró hasta fines de la década del 70' en nuestro Ferreñafe. Quien quien iba a oficiar de padrino de un determinado bautismo en la Iglesia Santa Lucía, previamente debía cambiar sencillo o proveerse de buenos manojos de monedas que guardaba en los bolsillos de su saco, de tal manera que después de la ceremonia y a su salida del templo ante el requerimiento de diversos grupos de niños que se apostaban esperándolos por los alrededores y que empezaban a corear la tradicional frase "Padrino el capillo", les respondía lanzando sucesivamente a diestra y siniestra y por los suelos puñados de estas monedas, ante lo cual los niños en medio de gran algarabía y entusiasmo se lanzaban en dura competencia por lograr obtener el mayor número de estas que sirvieran para llegar jubilosos a sus casas, en tanto los padres, padrinos y familiares con el recién cristianizado continuaban su rumbo a la celebración respectiva.