Pedro Bernilla Reyes, natural del caserío de Illambe de Kañaris, mi gran amigo que hoy reposa en los brazos del Señor y a quien quiero rendir homenaje transmitiendo la leyenda que me contara del “Señor de Kutilla”, una tradición oral que se ha transmitido de generación en generación, puesto que a él también se la contaron sus padres, la misma que trata de un cerro conocido como "Kutilla" a 3,000 m.s.n.m. aproximadamente, el cual posee una caverna ubicada cerca de Kañaris, en la que habitaba un señor al que se le podía pedir dinero y en respuesta ofrecía monedas de oro y plata. El problema radicaba en que en la puerta de la cueva habían siempre un par de perros gigantes y muy bravos a los que solo se les podía calmar y evitar así sus ataques, partiendo en mitad a un niño muerto y ofrendándolo para que lo devoren, en tanto que esto sucedía se podía aprovechar su entretenimiento para ingresar a la oscura caverna y pedirle el dinero tan deseado a tal señor procurando ser muy agil en guardar lo obtenido y debiendo salir tan rápido como fuera posible, antes que los perros terminaran de devorar los restos del niño porque caso contrario terminarías siendo también presa de ellos, de su ferocidad y sus filudos dientes. Hay quienes ahora interpretan esta leyenda como el conocimiento de la existencia de oro y plata en la zona del Río Cañariaco que los antiguos pobladores ya conocían pero prefirieron transmitirla a sus hijos a través de esta leyenda como un mensaje en clave para evitar la codicia de los invasores.
jueves, 23 de enero de 2014
miércoles, 15 de enero de 2014
UN DUENDE EN LOS CAMINOS

jueves, 2 de enero de 2014
PADRINO EL CAPILLO
Era una costumbre muy practicada que perduró hasta fines de la década del 70' en nuestro Ferreñafe. Quien quien iba a oficiar de padrino de un determinado bautismo en la Iglesia Santa Lucía, previamente debía cambiar sencillo o proveerse de buenos manojos de monedas que guardaba en los bolsillos de su saco, de tal manera que después de la ceremonia y a su salida del templo ante el requerimiento de diversos grupos de niños que se apostaban esperándolos por los alrededores y que empezaban a corear la tradicional frase "Padrino el capillo", les respondía lanzando sucesivamente a diestra y siniestra y por los suelos puñados de estas monedas, ante lo cual los niños en medio de gran algarabía y entusiasmo se lanzaban en dura competencia por lograr obtener el mayor número de estas que sirvieran para llegar jubilosos a sus casas, en tanto los padres, padrinos y familiares con el recién cristianizado continuaban su rumbo a la celebración respectiva.
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